sábado, 10 de octubre de 2009

9 1 Y les decía: "Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de haber visto que el Reino de Dios ha llegado con poder".
La transfiguración de Jesús
Mt. 17. 1-9 Lc. 9. 28-36
2 Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. 3 Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. 4 Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. 5 Pedro dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". 6 Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor. 7 Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: "Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo". 8 De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos. 9 Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. 10 Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría "resucitar de entre los muertos".
Elías, figura de Juan el Bautista
Mt. 17. 10-13
11 Y le hicieron esta pregunta: "¿Por qué dicen los escribas que antes debe venir Elías?". 12 Jesús les respondió: "Sí, Elías debe venir antes para restablecer el orden en todo. Pero, ¿no dice la Escritura que el Hijo del hombre debe sufrir mucho y ser despreciado? 13 Les aseguro que Elías ya ha venido e hicieron con él lo que quisieron, como estaba escrito".
Curación de un endemoniado epiléptico
Mt. 17. 14-20 Lc. 9. 37-42
14 Cuando volvieron a donde estaban los otros discípulos, los encontraron en medio de una gran multitud, discutiendo con algunos escribas. 15 En cuanto la multitud distinguió a Jesús, quedó asombrada y corrieron a saludarlo. 16 Él les preguntó: "¿Sobre qué estaban discutiendo?". 17 Uno de ellos le dijo: "Maestro, te he traído a mi hijo, que está poseído de un espíritu mudo. 18 Cuando se apodera de él, lo tira al suelo y le hace echar espuma por la boca; entonces le crujen sus dientes y se queda rígido. Le pedí a tus discípulos que lo expulsaran pero no pudieron". 19 "Generación incrédula, respondió Jesús, ¿hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganmelo". 20 Y ellos se lo trajeron. En cuanto vio a Jesús, el espíritu sacudió violentamente al niño, que cayó al suelo y se revolcaba, echando espuma por la boca. 21 Jesús le preguntó al padre: "¿Cuánto tiempo hace que está así?". "Desde la infancia, le respondió, 22 y a menudo lo hace caer en el fuego o en el agua para matarlo. Si puedes hacer algo, ten piedad de nosotros y ayúdanos". 23 "¡Si puedes...!", respondió Jesús. "Todo es posible para el que cree". 24 Inmediatamente el padre del niño exclamó: "Creo, ayúdame porque tengo poca fe". 25 Al ver que llegaba más gente, Jesús increpó al espíritu impuro, diciéndole: "Espíritu mudo y sordo, yo te lo ordeno, sal de él y no vuelvas más". 26 El demonio gritó, sacudió violentamente al niño y salió de él, dejándolo como muerto, tanto que muchos decían: "Está muerto". 27 Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó, y el niño se puso de pie. 28 Cuando entró en la casa y quedaron solos, los discípulos le preguntaron: "¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?". 29 Él les respondió: "Esta clase de demonios se expulsa sólo con la oración".
El segundo anuncio de la Pasión
Mt. 17. 22-23; Lc. 9. 44-45
30 Al salir de allí atravesaron la Galilea; Jesús no quería que nadie lo supiera, 31 porque enseñaba y les decía: "El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará". 32 Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas.
La verdadera grandeza
Mt. 18. 1-5 Lc. 9. 46-48
33 Llegaron a Cafarnaún y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: "¿De qué hablaban en el camino?". 34 Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande. 35 Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: "El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos". 36 Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: 37 "El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado".
La intolerancia de los Apóstoles
Lc. 9. 49-50 Mt. 10. 42
38 Juan le dijo: "Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros". 39 Pero Jesús les dijo: "No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. 40 Y el que no está contra nosotros, está con nosotros.
41 Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo.
La gravedad del escándalo
Mt. 18. 6-9 Lc. 17. 1-2 Mt. 5. 29-30
42 Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que creen en mí, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar. 43 Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos a la Gehena, al fuego inextinguible. 44 . 45 Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies a la Gehena. 46 . 47 Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos a la Gehena, 48 donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.
El ejemplo de la sal
Mt. 5. 13 Lc. 14. 34-35
49 Porque cada uno será salado por el fuego. 50 La sal es una cosa excelente, pero si se vuelve insípida, ¿con qué la volverán a salar? Que haya sal en ustedes mismos y vivan en paz unos con otros".
El matrimonio y el divorcio
Mt. 19. 1-9; 5. 31-32 Lc. 16. 18
10 1 Después que partió de allí, Jesús fue a la región de Judea y al otro lado del Jordán. Se reunió nuevamente la multitud alrededor de él y, como de costumbre, les estuvo enseñando una vez más. 2 Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?". 3 El les respondió: "¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?". 4 Ellos dijeron: "Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella". 5 Entonces Jesús les respondió: "Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. 6 Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer. 7 Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, 8 y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. 9 Que el hombre no separe lo que Dios ha unido". 10 Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto. 11 Él les dijo: "El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella; 12 y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio".
Jesús y los niños
Mt. 19. 13-15 Lc. 18. 15-17
13 Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. 14 Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: "Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. 15 Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él". 16 Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.
El hombre rico
Mt. 19. 16-22 Lc. 18. 18-23
17 Cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?". 18 Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. 19 Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre". 20 El hombre le respondió: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud". 21 Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme". 22 El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.
El peligro de las riquezas
Mt. 19. 23-26 Lc. 18. 24-27
23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!". 24 Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: "Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! 25 Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios". 26 Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?". 27 Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible".
La recompensa prometida a los discípulos
Mt. 19. 27-30 Lc. 18. 28-30
28 Pedro le dijo: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido". 29 Jesús respondió: "Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, 30 desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna. 31 Muchos de los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros".
El tercer anuncio de la Pasión
Mt. 20. 17-19 Lc. 18. 31-33
32 Mientras iban de camino para subir a Jerusalén, Jesús se adelantaba a sus discípulos; ellos estaban asombrados y los que lo seguían tenían miedo. Entonces reunió nuevamente a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder: 33 "Ahora subimos a Jerusalén; allí el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos: 34 ellos se burlarán de él, lo escupirán, lo azotarán y lo matarán. Y tres días después, resucitará".
La petición de Santiago y Juan
Mt. 20. 20-23
35 Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: "Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir". 36 Él les respondió: "¿Qué quieren que haga por ustedes?". 37 Ellos le dijeron: "Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria". 38 Jesús les dijo: "No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?". 39 "Podemos", le respondieron. Entonces Jesús agregó: "Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo. 40 En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados".
El carácter servicial de la autoridad
Mt. 20. 24-28 Lc. 22. 24-27
41 Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos. 42 Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. 43 Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; 44 y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. 45 Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud".
Curación de un ciego de Jericó
Mt. 20. 29-34 Lc. 18. 35-43
46 Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo –Bartimeo, un mendigo ciego– estaba sentado junto al camino. 47 Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!". 48 Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten piedad de mí!". 49 Jesús se detuvo y dijo: "Llámenlo". Entonces llamaron al ciego y le dijeron: "¡Ánimo, levántate! Él te llama". 50 Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él. 51 Jesús le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?". Él le respondió: "Maestro, que yo pueda ver". 52 Jesús le dijo: "Vete, tu fe te ha salvado". En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.
LA ACTIVIDAD DE JESÚS EN JERUSALÉN
Jesús entra en Jerusalén para llevar a su pleno cumplimiento la misión que el Padre le había encomendado. Al llegar a la Ciudad santa, es aclamado como Rey y Mesías, pero él no entra a caballo como un conquistador, sino montado en un asno como quien trae la paz, eliminando así toda idea de un mesianismo político. Su realeza no es de este mundo.
En Jerusalén, Cristo se enfrenta con los que profanan el Templo de Dios y con los dirigentes judíos, que cuestionan su autoridad y ponen a prueba su enseñanza. Allí Jesús anuncia la destrucción del Templo y la ruina de Jerusalén. Ambas prefiguran el fin del mundo, y se entremezclan con él en un mismo relato lleno de imágenes simbólicas. Pero antes que llegue ese fin, la Buena Noticia tendrá que ser anunciada a todas las naciones.

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